martes, 10 de marzo de 2009

Crisis, capitalismo, cobardía y otras plagas


I
Abriendo la puerta

Dirigentes titulados como “socialistas” y sindicatos que se llaman “de clase”, sostienen que a la hora de dar empleo, lo primero son los nacionales. Antes que un solo emigrante ocupe un puesto, dicen, para aplauso de las mayorías, que trabaje una persona nacida en el país. Luego vendrá la preferencia por los nacidos en la región, en la provincia, en la ciudad, en el barrio, en la manzana y, por último, en el mismo portal. El fascismo tiene una ventaja enorme en tiempos de crisis, los secuaces del sistema capitalista les conducen las masas y se las sirven perfectamente desideologizadas.

II
Lo sacan todo

En todas las ciudades surgen cientos de locales comerciales que compran oro. Ponen carteles llamativos anunciando la demanda y recordando a los necesitados que también pueden empeñar objetos de valor hasta que consigan salir del bache económico. El expolio es completo, primero le quitan el trabajo, luego la vivienda si no puede pagar el préstamo hipotecario, más adelante las ganas de todo, pero, eso sí, si tiene algún collar de la abuela, alguna alianza o alguna pulsera, puede respirar porque los mismos de siempre seguirán haciendo caja. Es un saqueo en fases con todas los quilates de la ley.

III
Como un tango

El baile de máscaras y disfraces parece haber empezado. El caso es que los agentes políticos y sindicales, culpables directos de la crack del capitalismo, andan buscando plazas y calles estrechas para “protestar” de un modo tibio y de acuerdo al guión establecido por los pagadores. Su objetivo es que las millones de familias perjudicadas de un modo directo por la debacle económica, sigan pensando que la crisis vino de lejos, y que ellos están aquí para ayudar y, de paso, para que no se movilicen sin control, para que no cambie nada, para que se siga hablando de democracia y libertad como sinónimos de capitalismo. Quieren que la fiesta continúe aunque ya no queden invitados.

IV
Profesionales

Su oficio no tiene catalogación pero existe. Es aplaudidor y asientador profesional. Lo contratan para estar a la vera del político como si fuera un guardaespaldas. Cuando el político se para ante los micrófonos y las cámaras, sabe que su posición es justo detrás, y que debe asentir a todo lo que escucha, e incluso, si hay órdenes precisas, de aplaudir al final de la intervención. En los mítines y los debates debe ser el primero en arrancar con aplausos para que el resto lo siga. Es un trabajo cómodo que tan sólo requiere algún cambio de imagen cada cierto tiempo, por aquello de no ser descubierto y que ningún súbdito pueda desconfiar que es un trabajo remunerado.

V
La última carta

Está desempleado, el subsidio se le agota y no ve salida. En una idea desesperada le escribe al rey para contarle la tragedia de su situación y pedirle un empleo, dados sus excelentes contactos. Contra pronóstico y al cabo de la semana, el rey le responde con una carta certificada. Dice que tenga fe y esperanza que el futuro le está aguardando con alegría, también dice que no se amilane y que siga buscando empleo. Firmado: el rey.
A modo de consuelo, en la carta también viaja una foto de la familia real completa y sonriendo, para ponerla encima de la tele y que la tenga siempre presente.

VI
El medievo aquí

Son cientos de personas que se agolpan contra las verjas, chillan, gritan, se excitan cuando pasan los detenidos esposados y protegidos por la policía. Pese a ello consiguen insultarles y tirarles piedras y escupirles y quedarse luego algo más serenos. No están ahí por la crisis económica ni por ninguna de sus secuelas. Fueron convocados a la puerta de los juzgados a repudiar a los sospechosos de la muerte de una adolescente. En realidad los convoca la tradición infame de juzgar a los detenidos antes que la propia justicia. Obedecieron en su momento al romancero y ahora lo hacen al informativo de la tele.

VII
Malas noticias

Tiene cincuenta y cuatro años y lo han llamado de la oficina de desempleo para que haga un curso. Le explican que la mejor manera de luchar contra el paro es reciclándose, y para ello, nada mejor que un curso de inglés. Lo justifican porque al vivir en una ciudad costera, es más que probable que haya este verano una avalancha de turistas ingleses deseosos de sol y playa, y que no se vaya a dar abasto con tanto trabajo. En la octava clase, mientras todos los trabajadores desempleados intentaban conjugar el verbo “to be”, se le ocurre decir que había leído que en Inglaterra soportaban también una crisis impresionante, y que este verano bajaría un 60% el número de personas con posibilidad de viajar al extranjero a hacer turismo. Sus compañeros cursillistas lo miran con odio, incluso uno le espeta que si venía al curso a traer malas noticias, desilusiones y pesimismos que se quedara en casa.

VIII
Así estamos

No le interesó jamás la política ni sus consecuencias. A la hora de votar lo hizo por este, hasta que decidió ir a vivir con su hija a la otra punta del país. Ahora vota a aquel. Este y aquel son dos partidos aparentemente distintos con una característica común, ambos gobiernan, cada uno en su zona. Lo importante es votar al pagador, al que paga la jubilación, al que paga el desempleo, al que paga al yerno funcionario, piensa mientras tira del carrito de la compra y escucha las promesas electorales que salen de un altavoz estridente que pasea una camioneta. No sabría decir si es propaganda de este o de aquel. Se parecen tanto... .


IX
Cerrojo

La ciudad tiene doscientas mil personas y una librería. Su dueño es un hombre mayor con ganas de jubilarse y echar el cerrojo definitivo. “Aguanto porque no hay quien se haga cargo, si cierro se acabó todo”. Sabe que hay dos grandes almacenes que también venden libros y que hay gente que compra por internet, pero opina que la lectura ya no es un hábito, que resulta triste que un libro con 4.000 ejemplares vendidos sea un éxito. “El negocio murió, hay miles de personas –sobre todo jóvenes- que se jactan de no haber leído un libro en su vida. No hay recambio generacional”, dice, resignado. “Esto no lo salva ni la magia de Harry Potter disfrazada de literatura”, apostilla.

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