jueves, 26 de marzo de 2009

“Siembran miseria y cosechan cólera”


El secuestro del director de la multinacional 3M forma parte de una nueva modalidad de protesta que aumenta a medida que se profundiza la crisis en Francia.

La crisis sigue apilando sus malas noticias, su lote semanal de desesperanza y sus bandejas de plata donde se sirven los señores de las finanzas que provocaron el colapso actual. Casi 80 mil desempleados más en febrero –lo que eleva a 2,38 millones el número de desempleados–, un recio debate sobre las bonificaciones que cobran los dirigentes de empresas en dificultad y otro episodio más del desaliento que gana a las personas que se quedan sin trabajo y que optan por la acción violenta son los perfiles salientes de la crisis. “Esta acción es la única moneda de cambio que nos queda”, dice el delegado sindical Jean-François Caparros. El dirigente defiende a los empleados del grupo industrial norteamericano 3M, fabricante de cinta Scotch, que mantienen secuestrado al director de la empresa. En diciembre pasado, el grupo farmacéutico estadounidense anunció la supresión de 110 puestos de trabajo en la planta de Pithiviers. Los sindicatos reclamaban una renegociación de las indemnizaciones de despido y, ante la negativa de la empresa, pasaron a la acción radical.

Esta es la segunda vez en el mes de marzo que los empleados secuestran al director de una empresa que está por cerrar sus puertas y con la cual se plantea un conflicto por el monto de las indemnizaciones. El caso precedente le tocó al director general de Sony Francia, Serge Foucher, secuestrado una vez que el grupo anunció que iba a poner las llaves en la puerta. Los responsables sindicales de Francia advierten que acciones como ésta se van a multiplicar. “Quien siembra la miseria cosecha la cólera”, decía ayer Bruno Lemerle, delegado del principal sindicato CGT en la constructora de autos Peugeot. El detonante de estas acciones violentas es el contraste entre los despidos, el cierre de las empresas, las magras indemnizaciones que reciben los empleados y el banquete de millones de euros en acciones u otros beneficios que llenan los bolsillos de los dirigentes de esos mismos grupos. Marcel Grignart, del sindicato CFDT, comenta que “cuando los empleados tienen el sentimiento de que están tratados peor que otros, que son apenas una variable de ajuste en la estrategia de la empresa, cuando ven que no hay perspectiva alguna, la reacción es entonces irracional”.

Ayer, los empleados del fabricante alemán de neumáticos Continental sembraron el desorden en París en protesta por el cierre de la empresa, lo que dejará a 1120 personas sin trabajo. Las relaciones entre la patronal y los empleados son tanto más densas cuanto que la empresa está en el centro de una densa polémica por las indemnizaciones alucinantes de los dirigentes. El último escándalo concierne a Thierry Morin, ex director del grupo Valeo, que recibió una jugosa indemnización de más de cuatro millones de dólares cuando, en realidad, el grupo atravesaba serias dificultades. Valeo despidió a 1600 personas, recibió 25 millones de dólares de fondos públicos pero su ex director se puso en el bolsillo más del 10 por ciento de esa suma como recompensa por los buenos servicios prestados... Valeo no es más que el último incidente que parece consagrar la impunidad ante las faltas cometidas y el premio de unas bonificaciones extraordinarias pagada por los contribuyentes como recompensa por los desastres cometidos. El Ejecutivo francés entró ayer en conflicto con la patronal francesa a raíz de ese extraño privilegio. El gobierno le lanzó un ultimátum para que pusiera un poco de orden en las remuneraciones de los dirigentes y para que sometiera de aquí a finales de mes un plan a fin de cambiar las malas costumbres. El presidente francés, Nicolas Sarkozy, amenazó con reglamentar la cuestión con una ley si la patronal no actúa con eficacia. En una reunión a puertas cerradas con su mayoría, Sarkozy evocó “el daño” que causan en la sociedad las revelaciones sobre las remuneraciones extraordinarias de los empresarios en momentos en que, entre crisis, despidos, planes sociales, recesión y cierre de plantas, la sociedad tiene la impresión de ser un barco en una tormenta donde sólo unos pocos saben sacar provecho.

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