jueves, 19 de febrero de 2009

Todos a una


En el siguiente artículo, se reproduce la carta escrita a los estudiantes de Grecia por parte de los trabajador@s del mismo país. Coincidió con la ocupación del edificio de uno de los sindicatos más grandes de Atenas (tipo CCOO-UGT). Con ello se pretendía dar un toque de atención a estas organizaciones por su poca implicación en el control social. La carta fue la respuesta.

Es innegable que los tentáculos del gran capital llegan hasta el pedestal que más debería velar por nuestros intereses, llámese justicia, sindicato o partido político. Todo parece haber sucumbido al poder del dinero y del propio beneficio personal. Por eso, es más necesario que nunca que tomemos conciencia de que juntos, tenemos más posibilidades de avanzar en nuestras reivindicaciones. De que la lucha del otro (si es noble) también es la mía, porque más tarde o más temprano lo que le pase al otro, me puede pasar a mí.

Masacrados por la propaganda y la manipulación del sistema a través de sus vasallos (‘mass media’), engullimos las noticias sin ningún tipo de espíritu crítico, sacralizamos la versión oficial en pos de nuestro propio descanso moral, criminalizamos al otro para dejar de lado sus demandas y así sentirnos mejor. Y todo por pensar que la prensa actúa de forma libre e independiente. Nada más lejos de la realidad.

En definitiva, necesitaríamos desarrollar un cooperativismo empático y un espíritu crítico-constructivo a la misma vez. Naturalmente, esto nunca se desarrollará por los canales tradicionales de comunicación debido a la connivencia de éstos con el poder (como que son sus dueños), sino que necesitará la implicación de todos en nuevas estrategias a la hora de informase, a la hora de compartir esa información. Y lo más importante, sobre todo se necesitará a gran parte de la sociedad en el momento de ‘compartir la calle’ para defendernos de la estafa a la que estamos sometidos.

Nos dejéis de leer la carta. Se expone una reflexión; que a día de hoy; es absolutamente necesaria en la mayoría de las sociedades occidentales.

‘‘Nuestra diferencia de edad y el distanciamiento general nos dificulta discutir con vosotros en las calles; esta es la razón por la que os mandamos esta carta.

La mayoría de nosotros aún no nos hemos quedado calvos ni nos ha salido barriga. Somos parte del movimiento de 1990-91. Habéis tenido que oír hablar de aquello. En aquel entonces, cuando habíamos ocupado nuestras escuelas durante 30-35 días, los fascistas mataron a un profesor porque fue más allá de su rol natural (el de ser nuestro guardián) y cruzó la línea hacia el lado opuesto: vino con nosotros, a nuestra lucha. Entonces, hasta el más duro de nosotros fue a la calle a los disturbios. Sin embargo, nosotros ni siquiera pensamos en hacer lo que tan fácilmente hacéis vosotros hoy: atacar comisarías (aunque cantábamos aquello de "quemar comisarías...").

Así pues, habéis ido más allá que nosotros, como ocurre siempre en la historia. Las condiciones son diferentes, por supuesto. En los 90 nos compraron con la excusa del éxito personal y algunos de nosotros nos lo tragamos. Ahora la gente no se cree este cuento de hadas. Vuestros hermanos mayores nos lo demostraron durante el movimiento estudiantil de 2006-07; vosotros ahora les escupís su cuento de hadas a la cara. Todo bien hasta el momento.

Ahora comienzan las buenas y difíciles cuestiones

Para empezar, os decimos que lo que hemos aprendido de vuestras luchas y de nuestras derrotas (porque mientras el mundo no sea nuestro siempre seremos perdedores) y podéis emplear lo que hemos aprendido como queráis:

No os quedéis solos. Llamadnos; llamad a tanta gente como sea posible. No sabemos cómo podéis hacerlo, encontraréis la manera. Ya habéis ocupado vuestras escuelas y nos decís que la razón más importante es que no os gustan. Bien. Ya que las habéis ocupado, invertidle el rol. Intercambiad vuestras ocupaciones con otra gente. Dejad que vuestras escuelas sean el primer hogar para nuestras nuevas relaciones. Su arma más potente es nuestra división. Tal y como vosotros no teméis atacar las comisarías porque estáis unidos, no temáis llamarnos para cambiar nuestras vidas todos juntos.

No escuchéis a ninguna organización política (ni anarquista ni ninguna). Haced lo que necesitéis. Confiad en la gente, no en esquemas e ideas abstractas. Confiad en vuestras relaciones directas con la gente. Confiad en vuestros amigos: haced vuestra lucha de cuanta más gente posible, vuestra gente. No les escuchéis cuando os digan que vuestra lucha no tiene contenido político y que debería obtenerlo. Vuestra lucha es el contenido. Tan sólo tenéis vuestra lucha y está en vuestras manos asegurar su avance. Tan sólo ella puede cambiar vuestra vida, a vosotros y las relaciones reales con vuestros compañeros.

No temáis actuar cuando os enfrentéis a cosas nuevas. Cada uno de nosotros, ahora que nos hacemos mayores, tiene algo sembrado en su cerebro. Vosotros también, aunque seáis jóvenes. No olvidéis la importancia de este hecho. En 1991, nos enfrentamos al olor de un nuevo mundo y, creednos, lo encontramos difícil. Habíamos aprendido que siempre debe haber límites. No temáis la destrucción de mercancías. No os asustéis ante los saqueos de tiendas. Lo hacemos porque es nuestro. Vosotros (como nosotros en el pasado) habéis sido criados para levantaros todas las mañanas con el fin de hacer cosas que más tarde no serán vuestras. Recuperémoslas y compartámoslas. Tal y como hacemos con nuestros amigos y el amor.

Os pedimos disculpas por escribir esta carta tan rápidamente, pero lo hacemos al ritmo del trabajo, en secreto para evitar que se entere el jefe. Somos prisioneros en el trabajo, como vosotros en la escuela.

Ahora mentiremos a nuestro jefe y dejaremos el trabajo: nos reuniremos con vosotros en Syntagma con piedras en las manos’’.

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