viernes, 20 de febrero de 2009

DISTURBIOS, MOTINES Y REVUELTAS: CAUSAS DE LA GRAN CAGAZÓN


Los españoles habéis siempre estado subyugados por una jarca de hijos de puta que os han tenido con la cabeza más agachada que la de un japonés con visitas. Nobleza, capitalismo y curerío, -la reacción, los jesuitas revólver en mano- han empleado todos los medios para que permanecierais como chusma pueblerina y no tuvierais la más mínima oportunidad de convertiros en ciudadanos. Por eso jamás hubo aquí revolución burguesa y, mientras Europa se modernizaba, España se cascó un siglo XIX de regresión hacia las catacumbas.

Ya Ortega, que estaba más viajado que las bragas de una azafata, dejó caer que, en España, la democracia no ha sido nunca ni puede ser el gobierno del pueblo, porque la esencia de la democracia es el autogobierno, y si algo caracteriza a cualquier masa de españoles -Historia de España en mano- es su incapacidad para tal cosa. Luego, ya en el XX, tras la masacre de la Guerra Civil, el franquismo, con su desarrolismo de seiscientos y apartamento en la playa, inició un proceso que se consolidó en el primer socialismo felipista; y todo un pueblo exaltado y cargado de futuro devino masa de consumidores ansiosos y de apasionados partícipes en acontecimientos multitudinarios. Pero, reconocedlo, cabrones: habéis colaborado en ello con entusiasmo de concursantes de Operación Triunfo, con esa pereza intelectual que os caracteriza, que es tierra abonada para el cultivo del fanatismo y de la ignorancia enciclopédica.

En esta Monarquía Cocotera, la “democracia” no es más que un trámite técnico para la producción de la clase política: el voto y los pactos de mayorías no valen más que para asegurar la alternancia entre las dos facciones postfranquistas -falangistas y nacionalcatólicos- para evitar los abusos excesivos de una sola de ellas a perpetuidad en el poder. Y la Transición, por más que dieran todos más vueltas que un zurullo en una acequia, no fue otra cosa que el expediente administrativo para que ambas facciones se lo repartieran todo.

Aunque sé que más vale hablarle al perro, que al menos escucha, españoles, os diré cuatro cosas sobre vosotros mismos: Guiados por las apariencias, como no tenéis conocimiento, elegís siempre, sobre todo en política, basándoos en intuiciones sin fundamento; os movéis por sentimientos, no por razonamientos; por el egoísmo y las señales sociales (timbre, gesto, olor), no por la filantropía y el contenido de los mensajes; esclavos de vuestras pasiones instintivas y vuestros volubles intereses, susceptibles a la adulación como vírgenes deseando dejar de serlo, sin constancia en vuestros amores y odios, es imposible confiaros ningún poder político, porque sería aceptar la tiranía de un hato de retrasados mentales. No sois capaces de la menor reflexión y rigor. Por eso llenáis los estadios para oír las arengas de tipejos con menos poder de convocatoria que un zapato que pisó mierda; y os creéis sus inauditas promesas electorales, que sabéis que olvidarán en menos tiempo que se evapora un pedo en un canasto.

Pero, mira tú por dónde, la masificación consumista de los españoles ha sido el único sostén de España como unidad de destino en lo universal, su mejor defensa contra el separatismo. Nada hermana más a un castellano y un catalán que ir al fútbol a ver un Madrid-Barça, aunque crean que cimientan entre sí sectarias diferencias: son dos idiotas malgastando su superflua vida en nimiedades. La identidad regional, el folklore o la psicología colectiva de un pueblo son gilipolleces, porque la integración de todas las masas en el consumismo global anula cualquiera de sus circunstanciales diferencias.

Por eso, y esto es más conocido que el hilo negro, nuestra media democracia, que se funda sobre la propiedad privada, el trabajo asalariado y el individualismo liberal, sólo puede ser estable en un mercado capitalista de consumidores satisfechos. Es el puto mercado de bienes el que configura la sociedad “democrática”, y la masa, ensimismada en el consumo, despertará si el consumo colapsa. Y la que nunca hasta ahora ha protagonizado sus decisiones, contenta sólo con comprar, puede transformarse en un monstruo sin control si los dirigentes, las minorías económicas, que son los que deciden sus gustos, sus necesidades y sus placeres, no encuentran una solución a la crisis económica a tiempo, para que siga dormitando.

Si no ocurre ese milagro, la diferencia zoológica entre gobernantes y gobernados, entre perros y cabritos -los políticos, los zapateros, rajoyes e ibarreches; los banqueros, botines y marches; los curas, setienes y roucos, son los perros que muerden las patas del rebaño; y vosotros, el pueblo , sois el hatajo de cabritos-, puede darse la vuelta en un instante. Y los que ahora se mean de gusto, mañana se mearán del susto. Porque a 40 millones de energúmenos gritando juntos: “¡Hijos de puta, vamos a por vosotros!”, no los paran cien brigadas de antidisturbios, ni dopados con anfetaminas, ni armados hasta los dientes. Y acabarán colgando de las farolas a políticos, curas (con o sin revólver), gerifaltes y militares, y a las cien brigadas de marranos con ellos, sin que se les mueva una pestaña. La masa sin posibilidad de consumir, brutalmente ineducada a conciencia, es una bomba de relojería. Fuera de control, podría exterminar al Régimen de un solo gran apretón que acabara con 70 años de estreñimiento.

MALDITO HIJO DE PERRA acratas

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