Silvia Ribeiro
La Jornada
Del uno al cuatro de marzo 2010 se realizará en Guadalajara, México, una conferencia técnica internacional de la FAO (Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) sobre cómo se podría manipular y/o hacer transgénico casi todo lo que esté vivo: desde los cultivos y microorganismos hasta los bosques, peces y ganado, pasando por cómo usar más biotecnología en procesos agroindustriales.
Cínicamente, los objetivos manifiestos de la conferencia afirman que se hace para plantear las oportunidades y opciones para los países pobres frente a las crisis alimentaria y climática. Para ello la FAO, con apoyo y dinero del gobierno mexicano, tendrá una conferencia cerrada, sólo para invitados, en un hotel de lujo y rodeada de elementos de seguridad (nada alimentaria), limitando enfáticamente la participación real y las propuestas y perspectivas de aquéllos que afirma necesitarían sus supuestas soluciones.
Entre los organizadores de la conferencia se encuentra también el Banco Mundial y el CGIAR, ambas instituciones con largas colas que pisar por su impacto negativo sobre los más desposeídos. El gobierno de Estados Unidos e instituciones vinculadas a las industrias de transgénicos están entre los financiadores. Es lógico, ya que la conferencia es uno de los intentos más burdos de la FAO de promover y legitimar los transgénicos, beneficiando a las trasnacionales que los monopolizan.
Son muchas y graves las agresiones que encarnan esta conferencia. Una de ellas es que la conferencia se realiza al mismo tiempo que se autorizan las siembras de maíz transgénico en México, centro del origen del cultivo, en un claro intento del gobierno por legitimarse y tratar de tapar las críticas internacionales por este crimen de proporciones históricas, arropándose con la indiferencia de la FAO frente al tema. Peor aún, espera que la FAO no sólo no lo critique, como es su deber según su propio mandato y tratado, sino que termine afirmando que, contra la voluntad de campesinos, indígenas y la vasta mayoría de la población del país, sería bueno para México sembrar transgénicos. O al menos, que la coexistencia de transgénicos con otros cultivos es posible, falacia inventada por las trasnacionales. En Europa, donde se aceptó la coexistencia, ahora hay una campaña masiva para suspenderla, porque la contaminación transgénica –y todos los impactos ambientales, de salud y económicos que conlleva– son incontenibles.
Aunque el tema de la contaminación transgénica es grave en cualquier parte del mundo, la contaminación del maíz transgénico en México es devastadora, porque al ser el centro de origen, significa dañar el acervo genético y el reservorio de diversidad del maíz para todo el mundo. Frente al caos climático, uno de los elementos fundamentales es justamente que exista diversidad de semillas, lo que permitiría enfrentar los cambios del clima, con semillas adaptadas a diferentes circunstancias, que estén en manos de los campesinos, no contaminadas y no restringidas por patentes y control de mercados. Pero la orientación del evento es la contraria.
A partir de los documentos que se han publicado para la conferencia, queda claro el intento de la FAO por ignorar que se trata de tecnologías –sean transgénicos o biotecnología en general– que están controladas en porcentajes abismales por unas pocas trasnacionales, que monopolizan tanto los mercados como las patentes. Las pocas referencias que se hacen sobre esto, se restringen a buscar opciones para poder cumplir con los derechos de propiedad intelectual y acuerdos comerciales –y por tanto favorecer a las trasnacionales– en lugar de cuestionarlos por constituir un robo de las empresas a los bienes comunes, un asalto a las semillas que son patrimonio de los pueblos al servicio de la humanidad, como lo expresa la Vía Campesina.
Ignorando este contexto fundamental y evitando discutir seriamente los daños ambientales y a la salud, los documentos de la conferencia son altamente útiles a las trasnacionales. Pretenden disimular los transgénicos englobando todo en el término supuestamente neutral de biotecnología, donde entraría desde el yogur que hacía la abuela hasta los transgénicos de Monsanto. En esto y en otros puntos, como el ocultamiento de que los transgénicos producen menos y usan más químicos, es vergonzosa la repetición prácticamente literal de argumentos y fuentes de la industria de transgénicos en los documentos.
Estas falacias no quedarán sin contestar. Entre muchas otras actividades y manifestaciones de la sociedad civil que se realizarán en esos días en Guadalajara, la Red en Defensa del Maíz, Vía Campesina y la Asamblea Nacional de Afectados Ambientales convocan el 2 y 3 de marzo a una primer audiencia titulada La contaminación transgénica del maíz: ¿crimen de lesa humanidad?. Habrá testimonios nacionales e internacionales de campesinos, indígenas, activistas, intelectuales y científicos, construyendo un expediente que será presentado en tribunales internacionales. La FAO y esta conferencia constarán en el expediente.
Silvia Ribeiro es Investigadora del Grupo ETC.
Fuente: rebelion / La Jornada.
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